La crisis de transmisión de valores característica de las sociedades posmodernas ha comportado la irrupción de una generación de ciudadanos que desconocen el universo religioso de sus antepasados, sus mitos y sus símbolos, cosa que ha provocado el eclipse de valores que en el pasado estaban arraigados en el imaginario colectivo.

Paralelamente, la hiperactividad de la sociedad actual ha comportado una impresión de aceleración y de saturación mental y emocional. Esto ha desvelado una hambre de espiritualidad, la necesidad de pararse y meditar los valores que mueven la propia existencia, y ha hecho crecer el interés en mundos religiosos, sapienciales y espirituales muy alejados de la tradición occidental. En una sociedad donde cada cual se fabrica su «biografía de bricolaje», el ciudadano se acerca a las tradiciones religiosas haciéndose suyo aquello que considera que le puede ser beneficioso para su desarrollo vital. Francesc Torralba relata el nacimiento de esta nueva espiritualidad laica y se plantea si abrirá la puerta a descubrir nuevos valores y a recuperar antiguos.